EN MI ALMOHADA JUEGA UN HADA
Un espacio para la promoción de lectura literaria, el juego y la creatividad infantil.
domingo, 23 de junio de 2013
miércoles, 19 de junio de 2013
Tejedores de Imágenes
“Contar historias es un arte, un arte raro, pues su
materia prima es lo inmaterial y el narrador de historias es un artista que
teje los hilos invisibles de esa tela que es el narrar.”
Cléo Busatto
Oscar Wilde nos contaba en su cuento
“El narrador” la historia de un hombre muy querido en su pueblo por las
historias que contaba. Todos los días
salía al campo o la playa y al regresar la gente lo esperaba en la plaza del
pueblo y le preguntaban qué había visto en su paseo, y el narrador les contaba
que había visto un fauno que tañía su flauta y hacía bailar a una ronda de
silfos en medio del bosque; otro día contaba que había visto a tres sirenas montadas
sobres las olas a la orilla del mar que peinaban sus largos cabellos verdes con
un peine de oro. Toda la gente era feliz por las historias que contaba. Sucedió
que un día el narrador salió a dar su paseo pero al llegar a la orilla del mar,
he aquí que se encontró con tres hermosas sirenas que peinaban sus largos
cabellos verdes con un peine de oro. Y continuando su paseo, cuando llegó al bosque vio a un fauno que tañía su flauta y hacía bailar
a una ronda de silfos. Esa tarde, cuando regresó al pueblo ya la gente lo estaba esperando y le
preguntaron, hombre, ¿qué has visto hoy?, ¡vamos!, cuenta, y el narrador les
contestó: hoy no he visto nada.
De lo posible se sabe demasiado, dijo
el trovador, y un narrador cuenta lo imposible, lo que existe sólo en su
imaginario, en su mundo, en su mente. Que no es sólo su mundo, sino el de toda
una comunidad que se ha perpetuado en el tiempo, en la memoria colectiva
gracias a la palabra del hombre que cuenta. Un narrador ve más allá de los que
el común de los hombres no ve y lo sabe contar para que pueda ser creído, una
mentira que se hace verdad en la palabra y el gesto del narrador, en su mirada
y con ella penetra en las almas de los que escuchan para que la historia sea
hecha entre todos. “Una mentirita”, le pedían a Humberto Castillo, nuestro
“Caimán de Sanare”, y él soltaba la lengua para contarles el día en que fue
encerrado dentro de una auyama por un duende por haber cortado un árbol sin
permiso o la historia de dos perros que eran tan bravos que se comieron entre
sí.
Una vez, Armando Quintero, de “Los
cuentos de la Vaca Azul”, me dijo que una tarde luego de una contada, un niño
se le acercó y le dijo “en tus ojos veo el cuento que haces”. El niño escuchó el cuento con sus ojos, la
historia le llegó por medio de la imagen. Y eso es lo que hace un buen
narrador, transmitir imágenes a través de sus palabras y de su cuerpo. Como nos
los dice la narradora brasileña Cleo Bussato: “el narrador de historias crea
imágenes en el aire materializando el verbo y transformándose él mismo en esa
materia fluida que es la palabra” (Busatto.2005:09).
Al narrar, son las imágenes las que
salen de la boca y de los gestos del narrador. En ese instante de entrega al
público, la mirada se pasea entre los asistentes para depositar en ellos la
imagen del cuento que el narrador está visualizando internamente. Pero, no todo
ocurre en la mente del cuentero, él sólo da unos chispazos para encender la
imaginación en las mentes de los que escuchan porque el cuento se crea entre
todos. Cada uno de los que escucha la historia va tejiendo sus imágenes con los
hilos que el narrador les lanza al aire, y aunque se trate de la misma
historia, cada quien construirá la suya según sus experiencias o referencias,
según sus estados de ánimo o lo que esté buscando en ese momento; “es la historia de la vida de cada quien lo
que determina con qué colores o con qué música va a sonar” (Busatto, 2005:
15). Son los mismos personajes, el mismo conflicto, el mismo ambiente pero con
matices diferentes, con vestidos diversos, con salidas posibles. Y en eso estriba
la magia del narrador, en crear imágenes en las mentes de los que escuchan.
Cada imagen construida será única, si
tenemos un auditorio de cien personas que nos escuchan el cuento que narramos,
serán cien posibilidades distintas de imaginar espacio y tiempo, personajes y
situaciones del cuento. Por supuesto, que todas estas posibilidades de
imaginación son enriquecidas por el acervo de imágenes que tiene cada oyente.
Tejiendo
imágenes en el aire.
Para vivir y hacer vivir la historia
el narrador debe apelar a todos sus sentidos. El que narra vivencia a
profundidad las emociones para poderlas transmitir. Y esto se logra entrando en
el mundo del cuento, visualizando las imágenes internas que producen las
acciones de una narración. Ya decíamos antes que la narración funciona como una
especie de disparador para que cada quien produzca sus propias imágenes desde
su archivo personal. Entonces, como nos plantea la narradora argentina Ana
Padovani (1999), el narrador se mete en cada secuencia como un ser omnisciente
que todo lo ve y lo sabe, que siente como el personaje, que lo presenta en sus
características peculiares, por eso es que un buen narrador es un buen
observador de su entorno y de todo lo que en él habita, porque luego, esas
imágenes que toma de la realidad van a conformar el cuerpo de imágenes que le
darán vida a su cuento.
Y aquí hablamos de la sugerencia, como
esa pincelada que hace el narrador de los personajes y sucesos que transcurren
en una narración. A diferencia del actor, el narrador nos presenta los
elementos de una historia, con detalles que nos llevan a evocar lo que
escuchamos. En tal sentido, Busatto (2005) agrega que sugerir es un triunfo del
cuento, porque la palabra-imagen
sugiere para hacer que el oyente invente sus personajes, escenas y sucesos,
según las referencias que tenga sobre estos elementos. De ahí la importancia de
que el narrador visualice en su mente las imágenes, con mucha precisión en el
momento de narrarlas, para que éstas se materialicen en el espacio interior de
quien escucha, es decir, en su imaginación. Esto es lo que produce el encanto
hacia un cuento.
En su libro “Contar y encantar, Cléo
Busatto nos habla de tres tipos de imágenes: verbales, sonoras y corporales.
Veamos en detalle en qué consisten cada una de ellas según esta autora.
Imágenes
verbales: Son aquellas
que ofrece el texto, sea escrito, sea oral, y que le otorgan belleza al mismo y
que no pueden suprimirse pues a través de ellas de presentan las
características de los personajes, del ambiente o de la situación, incluso, del
estado de ánimo o sicológico de los personajes ante una situación nueva, que
represente un riesgo para su seguridad o la superación de un obstáculo.
En este sentido, Ítalo Calvino (2002),
nos recomienda el cuento popular porque tiene un inmenso valor literario y es
rico en cualidades estilísticas, y, aunque tiene una estructura muy sencilla,
es generoso en imágenes nítidas. Su texto se sustenta en imágenes que estimulan
la imaginación que junto a las fórmulas propias de la oralidad ayudan a retener el contenido del texto en la
memoria y la repetición oral, tales como “pautas
narrativas equilibradas e intensamente rítmicas, con repeticiones, antítesis,
alteraciones o asonancias, fórmulas que toda la comunidad conoce y que son
mecanismos que posibilitan que la comunidad que escucha, memorice, retenga, para
poder volver a contarla, a repetir a otro o al mismo auditorio, para que la
narración perviva, vuelva a narrarse y, por tanto, forme parte de la tradición
de la comunidad que la repite.” (Lluch. 2006: 26).
Ritmo, repetición y movimiento que se
observan en un estilo aditivo en el discurso o en la utilización remarcada de
adjetivos contribuyen a fijar el recuerdo y producir placer cuando se escucha.
Imágenes
sonoras: son las que
presentamos mediante las onomatopeyas, figuras literarias que sabemos
representan sonidos de la realidad, y que en un cuento posibilitan seguir
estimulando la imaginación pues crean expectativas o introducen un elemento
sorpresa en la trama.
Imágenes
corporales: se
refiere a los gestos que traducen determinados momentos o situaciones de un
relato, evocando así una imagen. El gesto es más un movimiento espontáneo, lo
que lo diferencia del movimiento pensado y usado con premeditación como ocurre
en el teatro. Y, aunque sea trabajado con anterioridad al momento de narrar, no
puede ser acartonado o mecánico, pues la narración debe responder al momento
mismo en que se produce, con todas las circunstancias o factores que puedan
influirla. El gesto presenta o sugiere un personaje, una situación o pasaje de
la historia.
Los movimientos en escena son otra
manera de crear imágenes corporales y éstos deben responder al ritmo de la
historia, al momento en que se narra y al tipo de público al que se enfrenta el
narrador. Deben ser dosificados de manera que no entorpezcan o atropellen la
narración. Es por esto que el narrador debe conocer su cuerpo y sus
potencialidades y limitaciones corporales. Debe conocer y dominar cada uno de
los elementos del movimiento corporal: el espacio, que se compone de la
dirección, los planos o alturas del movimiento y la dimensión o tamaño del
movimiento; la fuerza, que consiste en la intensidad que se necesita para
realizar el movimiento, y el tiempo o velocidad con que se ejecuta un
movimiento.
Un cuentero, que mantiene viva la memoria
colectiva desde la tradición oral de su
comunidad, intuye todos estos elementos de manera natural. Para que sus
historias sean creídas debe apelar a variados recursos para logra el
convencimiento de sus oyentes. Su proceder es espontáneo producto de su
experiencia en la vida y en su capacidad de fabular e inventar imágenes. Sabe
que el poder de sus palabras reside en la forma como las exprese, y por eso
pone en ello, su alma, sus conocimientos y experiencias. Como dice el maestro
Garzón Céspedes al referirse al cuentero, es “intuitivo y sabio, creativo y poderoso, capaz de conjugar las
palabras, los modos vocales, y los lenguajes no verbales para comunicarse e
influir y ser influido: inventor y reinventor, reconocido por toda la
comunidad: el cuentero eterno.” (Garzón C. 1995:33).
Giondelys Antonio Montilla Santiago.
Cuentacuentos y escritor.
En mi almohada juega un Hada
Bajo mi almohada duerme un Hada
azul como la noche
azul como mis sueños
duerme cuando yo juego
juega cuando yo duermo
¡Hada azul, Hada dormilona, Hada juguetona!
¡En mi cama juega un Hada!
azul como la noche
azul como mis sueños
duerme cuando yo juego
juega cuando yo duermo
¡Hada azul, Hada dormilona, Hada juguetona!
¡En mi cama juega un Hada!
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